Los
Dos Esclavos
Una vez el sultán iba cabalgando por las calles de Estambul, rodeado
de cortesanos y soldados. Todos los habitantes de la ciudad habían salido de
sus casas para verle. Al pasar, todo el mundo le hacía una reverencia. Todos
menos un monje harapiento.
El sultán detuvo la procesión e hizo que trajeran al monje ante él.
Exigió saber por qué no se había inclinado como los demás.
El monje contestó:
– Que toda esa gente se incline ante ti significa que todos ellos
anhelan lo que tú tienes: dinero, poder, posición social. Gracias a Dios esas
cosas ya no significan nada para mí. Así pues, ¿por qué habría de inclinarme
ante ti, si soy dueño de dos esclavos que para ti son tus señores?
La muchedumbre contuvo la respiración y el sultán se puso blanco de
cólera.
– ¿Qué quieres decir con eso? !yo soy sultán indiscutible de todas
estas tierras, todo está bajo mis dominios y todos responden ante mi! – gritó.
– Mis dos esclavos, que para ti son los señores que dominan tu vida,
son la ira y la codicia.
Dándose cuenta de que lo que había escuchado era cierto, el sultán
se inclinó ante el monje.
Historia de Autor Desconocido
Reflexión
Cuando el sentimiento de carencia emocional es particularmente
fuerte, una persona puede llegar a obsesionarse con la búsqueda de cosas que supuestamente
necesita, tratando de buscar posesiones potenciales que le hagan eliminar esa
dolorosa sensación de vacío que tiene arraigada en el corazón, constituyéndose en
una actitud tóxica que solo puede hacer daño a medida que aumenta en el
interior.
Los deseos desmedidos por tener mas de lo que se requiere deriva del
miedo básico a no tener, por lo que sin darnos cuenta cuanto más codicioso
seamos más vacíos seremos por dentro.
Es necesario encontrar el motivo por el que se siente el sentimiento
de carencia para poder curar esa herida emocional y poder aumentar el valor de
la generosidad sobre la riqueza material.
«Si un individuo posee la base espiritual necesaria, no se dejará
vencer por la tentación y la locura de poseer. Sabrá encontrar el justo
equilibrio, sin pedir demasiado. El peligro constante es abrir la puerta a la
codicia, uno de nuestros más encarnizados enemigos, y ahí reside el verdadero
trabajo del espíritu»
Dalai
Lama
¿Conseguir
dinero es tener codicia?
¿Cómo puede
el deseo de mejorar nuestro nivel adquisitivo transformarse en codicia?
¿Dónde está
el límite?
Todas las respuestas están en ti,
búscalas y date la oportunidad de
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